Con la llegada de la «tormenta perfecta» inflacionista los fantasmas de recesión en forma de estanflación aparecen en el horizonte financiero, la crisis del petróleo de 1973 se dibuja en nuestra memoria.
Y el tema del manejo de las diferentes variables y herramientas disponibles resulta fundamental para poder conseguir los resultados deseados , dentro, claro está , de las dificultades existentes para lograr un equilibrio entre los diferentes objetivos macroeconómicos y máxime, viniendo de dos acontecimientos históricos como la gran recesión de 2008 y la pandemia por coronavirus de 2020 , dos situaciones que han requerido la utilización de las herramientas monetarias y fiscales por parte de los Bancos Centrales y los Estados con una intensidad inusual.
Se pensaba inicialmente en un tipo de inflación de carácter transitorio producido por una sobrerreacción de la demanda, después de un periodo en el que había estado artificialmente deprimida. Pero la pandemia ha cambiado la configuración de la economía globalizada y las roturas de las cadenas de suministro existentes han producido escasez de producto y problemas de transporte y nos han llevado a un shock de oferta que ha empezado a generar inflación. A esto se ha añadido el incremento de los precios del petroleo y la energía y, finalmente, la invasión de Ucrania por parte de Rusia que ha acentuado un proceso ya iniciado.
La inflación se ha situado en tasas impensables y desconocidas desde hacía varias décadas ( En España en marzo el IPC interanual alcanzó el 9,8%, en la zona euro los precios aumentaron el 7,5% y en EEUU la inflación se ha situado en el 8,5% ) y el movimiento empieza a afectar de manera clara a la inflación subyacente por traslado del incremento de los costes de la energía , las materias primas y los salarios al precio final del producto.
Las políticas utilizadas para combatir la inflación, fundamentalmente keynesianas, son de dos tipos:
- Monetarias: Reducción del dinero en circulación e incremento de los tipos de interés
- Fiscales: Disminución del gasto público e incremento de impuestos
Es necesario reducir la demanda agregada para que disminuya el nivel de precios y aquí nos aparece el primer gran problema: hacerlo tiene impacto sobre el Producto Interior Bruto y puede provocar una caída del mismo si los mecanismos no se utilizan con cautela ( El PIB de EEUU ha caído de manera sorprendente el 0,4% durante el primer trimestre de 2022 )
Y también hay que evitar la espiral precios- salarios que todos conocemos y acaba perjudicando seriamente a la economía y a la competitividad del país.
¿Dónde puede estar el equilibrio? Tiene dificultad extrema y muchas aristas ¿ Por qué?
Si la política monetaria es mas restrictiva a través de la reducción del Balance del Banco Central y del incremento de los tipos de interés, como colateral se encarece el crédito bancario con efectos muy negativos sobre el consumo y la inversión, pudiendo provocar una » contracción económica » fuerte.
Si se retiran los estímulos fiscales disminuyen la demanda y los precios pero, a la vez, se produce una destrucción inevitable de empleo.
Que va a resultar fundamental para el futuro : la sensibilidad y el equilibrio de los Bancos Centrales y los Gobiernos para conjugar los objetivos de crecimiento y precios. Como ya sucedió históricamente, las elevaciones bruscas de los tipos de interés pueden , por sí solas, provocar una nueva recesión no deseada y no son efectivas frente a una inflación con un componente elevado de oferta, sería necesario resolver antes las causas que la producen. Y además, las vueltas prematuras a la austeridad fiscal( como restaurar las reglas fiscales en entornos de utilización de subvenciones europeas directas como los fondos Next Generation ) provocarían el incremento de los diferenciales de financiación del sector público, perjudicando a los países económicamente más débiles ( entre los que se encuentra España ) y nos podría llevar a otra crisis como la vivida en Europa en el año 2012.
Recetas: hasta en la moderación de las medidas hay que ser moderado